30 de noviembre de 2008

Los Nicolaítas, de José Ángel Valente

Esto tienes, empero, que aborreces las obras
de los nicolaítas, que yo también aborrezco.

Juan, A la iglesia de Éfeso

Los reconocerás porque llevan siempre una oreja portátil y una lengua subsidiaria y reptante. Los reconocerás por la tenue palidez de sus segundas manos y el escondido sobresalto que a veces les produce una mirada. Les gustan las comidas concertadas, las fechas y la relación general con hombres públicos. Se alimentan con tres clases de humos. Veneran a Baal, como es sabido. La piedad es su forma de impiedad más segura. Tienen criterios, normas, islas y archipiélagos. Pueden reproducirse por esporas. De la reversibilidad del sí y del no obtienen memorables beneficios. Podrían ser necrófagos, mas no hay de ellos prueba irrefutable. Los signos del poder establecido les suelen producir un hipo breve o cortos derramamientos convulsivos. Sienten predilección por las banderas, por la competición y el éxito. Practican tres deportes y carecen de brazos naturales. Algunos de ellos son altos, fofos y fragantes. Éstos ocupan puestos secundarios y se utilizan de relleno en actos y en salones. Llevan cartas de recomendación y apoyo en tubitos métalicos adaptados al recto. También los reconocerás en cuanto dice de ellos relación con los ídolos. Y puesto que han llegado a poseer la tierra, sabemos hoy, filioli, camaradas, hermanos, que su tiempo de destrucción está cumplido.

José Ángel Valente, Entrada en materia, Cátedra, Madrid 2005

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